Estos días he estado hablando de los dos principales descubridores de atolones e islas del Pacífico (me dejo en el tintero a un montón de franceses, españoles, portugueses y holandeses), y como Tahití era puerto de obligado refugio en sus viajes.
Y es que Tahití tenía todo lo necesario para reabastecer los navíos que en ella recalaban, y dar un merecido descanso a sus tripulaciones: abundante agua, comida de todo tipo (animales y frutas) y...mujeres.
Las mujeres tahitianas tenían entonces fama por su exotismo y por ser muy cariñosas, y es que no es que existiera el amor libre como tal, pero las normas sociales hacían que la promiscuidad no fuera mal considerada. Si añadimos que el clima hacía que se desarrollaran antes que en Europa, no es extraño que se recibiera en cada barco con vítores la noticia de que se enfilaba hacia estas islas.
Uno de los que se instaló en ellas, viviendo unos años muy felices, fue el pintor Paul Gauguin. En ellas hizo su producción más famosa, retratando a las lugareñas y la vida en Tahití, incluyendo la luz y el colorido local de una forma que nadie había hecho jamás.
Este cuadro lo hizo en el primero de sus viajes, y retrata a dos jóvenes isleñas, una con el traje tradicional y otra con una camisola misionera. Posteriormente hizo otras versiones del mismo (cambiando la camisola por pareos, etc...), pero siempre dentro del mismo estilo "cloisonismo" (bordeando de negro el dibujo) de vivos colores. Las figuras aparecen gruesas, no se sabe si como licencia estética o porque realmente eran así las retratadas, y utiliza una perspectiva muy forzada, casi "naif" para reflejar ambas figuras.
Obviamente, es complicado en acuarela pintar los colores de un cuadro de este tipo, peroooooo...había que rendir homenaje a las tahitianas ;-)
Acuarela sobre Fabriano 12x18,5cm.
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