sábado, 1 de enero de 2011

Lápiz - Arthur Rimbaud

Como acabamos el año con una poetisa, arrancamos con el retrato del joven poeta que revolucionó la poesía y luego la abandonó a su suerte.

Se trata del joven Arthur Rimbaud, que (como comentaba ayer de Luna Miguel) desprende en sus fotos el aura de maldito condenado a marcar la historia. En los cantantes de grupos de rock lo llaman carisma, pero trasciende la apostura y una actitud: se ve en su interior un fuego especial que adelanta grandes cosas.

Arthur Rimbaud nació en 1854 en una familia acomodada (su padre era militar), y desde muy pequeño destacó su carácter rebelde. A pesar de ser un alumno brillante, especialmente en lo concerniente a las letras, ya su apariencia personal y sus constantes escapadas del hogar materno (su madre se separó) lo hicieron ganar fama de enfant terrible. En un momento dado se aposentó definitivamente en París, adentrándose en los círculos artísticos.

Conoció a los grandes artistas de la vida bohemia del París de entonces, un París convulso tras la guerra Franco-Prusiana, las Comunas, y el cambio que comenzaba en el mundo del arte con los poetas simbolistas (con su adorado Baudelaire a la cabeza) y los arranques del impresionismo.

De hecho, una vez consolidada su figura entre los poetas parisinos, cuando Fantin-Latour retrató al grupo destacado de parnasianos, los llamados "poetas malditos" (Verlaine es el de más a la izquierda, y Rimbaud el joven greñudo a su lado), Albert Merat se negó a posar aduciendo que no quería "pasar a la historia retratado junto a un elemento como A. Rimbaud".

Probablemente, el que a sus 17 años se enamorase de Verlaine y consiguiese que éste dejase a su mujer y sus hijos para ir a vivir con él acentuó su fama de disoluto. Ambos emigraron a Inglaterra donde vivieron pobremente, y la relación se estropeó. Se reencontraron en Bélgica pero volvieron las peleas, y Verlaine llegó a herir de un disparo a Rimbaud en la mano. Por ello sería encarcelado el agresor.

Rimbaud decide que ya está bien de tanta tontería, y pasa a convertirse en un probo oficinista trabajando para distintas compañías que operan en Oriente Medio y África. Practica también el tráfico de armas desde su recién creada empresa en Etiopía, y consigue hacer algo de dinero. No ha vuelto a escribir ni una línea. Tras sus primeros 20 años en que revoluciona el simbolismo y la poesía en general, llega a los 37 habiendo abandonado totalmente la literatura. Cuando se le pregunta por ella dirá: "¿Poesía? ¡Bah! ¡Tonterías!".

En Etiopía su rodilla sufre una misteriosa enfermedad que degenera en cáncer. Aunque le amputan la pierna una vez trasladado a Francia, no pueden evitar que muera con 37 años.

Su libro más conocido es "Una temporada en el Infierno", aunque publicó un total de 5 ("Cartas del vidente" e "Iluminaciones", por ejemplo). En su obra era muy cuidadoso con el ritmo interno de cada poema, buscando siempre la mejor combinación sonora, lo que ha llevado luego a los estudiosos de su obra a innumerables quebraderos de cabeza tratando de descifrar por qué (por ejemplo) colocaba la "U" antes que la "O" en su famoso poema de las vocales, cuando probablemente sólo buscaba la mejor composición.

Por cierto que ese poema genera encendidos debates, desde su significado alquimista (como propugna Umberto Eco en "El Péndulo de Fucault") hasta los que simplemente ven una asignación aleatoria de colores a las vocales (como el propio Verlaine intuía), hasta los que veíamos una traza de sinestesia en el joven Rimbaud (siempre me ha interesado la sinestesia, daría algo por experimentarla).

A continuación os pongo el poema de las vocales para que decidáis por vosotros mismos.

Vocales

A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
diré algún día vuestros latentes nacimientos.
Negra A, jubón velludo de moscones hambrientos
que zumban en las crueles hediondeces letales.

E, candor de neblinas, de tiendas, de reales
lanzas de glaciar fiero y de estremecimientos
de umbrelas; I, las púrpuras, los esputos sangrientos,
las risas de los labios furiosos y sensuales.

U, temblores divinos del mar inmenso y verde.
Paz de las heces. Paz con que la alquimia muerde
la sabia frente y deja más arrugas que enojos.

O, supremo Clarín de estridores profundos,
silencios perturbados por ángeles y mundos.
¡Oh, la Omega, reflejo violeta de Sus Ojos!



Lápiz sobre papel de cuaderno

2 comentarios:

  1. Belissimo grafito Tayete, muy expresivo y sensible.
    Comenzó el año con el pie derecho.
    Felicitaciones, gran abrazo

    ResponderEliminar
  2. Con un mes de retraso, muchas gracias Ricardo...

    Obrigado, Nil...tengo que ver tus nuevas obras, que con estar enfermo no he podido verlas...

    ResponderEliminar

¿Qué pinceladas vas a añadir a mi cuadro?