Donde se describen los avances de Tayete en el proceloso mundo de la acuarela, el óleo, los acrílicos, la pintura alla prima, y donde se desfacen algunos entuertos de fotografía
martes, 11 de octubre de 2011
Ilustrando a Emilio Salgari
No sé si conocéis al grandísimo Emilio Salgari, uno de los escritores de novelas más conocidos en el mundo. Fue capaz de crear personajes que perduran hasta nuestros días, y de describir paisajes y aventuras en lugares exóticos ¡sin abandonar nunca su ciudad italiana!
Cuando yo tenía 8 años, los Reyes Magos me dejaron bajo el árbol dos pequeños libros suyos: "El desquite de Yáñez" y "El castillo de Clairmont". El segundo no lo abrí hasta mucho tiempo después, pues por alguna razón no quería leerlo no fuera que no cumpliera con el nivel tan altísimo que me dejó el primero. Y es que ¿cómo no quedarse toda la noche sin dormir leyendo un libro en el que hay pasajes secretos, árboles gigantes ahuecados, persecuciones por la jungla, tiroteos desde altas torres? Con ellos nació mi amor por la lectura. Ambos libros acabaron tan sobados que se desencuadernaron y fueron perdiendo las páginas hasta que hubo que tirarlos, así que he comprado online las mismas versiones que tuve en su día. Un verdadero placer releer una vez más (¿la vez ciento veinte?) estos libros. Y comprobar que las ilustraciones de Luis Vigil siguen siendo tan fantásticas como las recordaba.
"El desquite de Yáñez" pertenece a la saga de "Los tigres de Mompracem", donde Sandokán y sus piratas de la Malasia viven innumerables aventuras junto a otros grandes personajes: Yáñez el portugués, Kammamuri, la Rhani (mujer de Yáñez), la Perla de Labuán (el amor de Sandokán), Timul el Rastreador, el Rajaputra. Siempre todos ellos contra Shandia, el Rajá loco y alcoholizado...
Supongo que ahora ni se habla de estos libros en los colegios, no sea que los niños se traumaticen o sea políticamente incorrecto, pues en ellos muere un montón de gente (a veces de formas espantosas), se matan un montón de animales: cocodrilos, elefantes, caballos a cientos, pájaros, y todo lo que se mueve. Entonces no importaba que en la descripción de una batalla se contara que la gente muere, o que si te atrapan prisionero, tienes altas probabilidades de que te den matarile sin preguntarte si te traumatiza. O que se usaran los caballos para provocar una estampida y así proteger una trinchera, metiéndoles ceniza ardiendo en los oídos. Hoy en día los anti-caballunos se pondrían hechos unas fieras.
Bueno, pues tras releer "El desquite de Yáñez" me han entrado ganas de ilustrar uno de los pasajes más interesantes de la novela: la lucha en una vieja torre mongola erigida en mitad de la jungla, donde se han refugiado Kammamuri (el personaje principal), su guardaespaldas Rajaputra, Timul el Rastreador, y un gurú de una pagoda que han encontrado en el transcurso de la aventura que están viviendo. En esa torre se entabla un tiroteo en el cual los héroes acaban con unos cuantos bandidos que los están asediando. Me hace gracia que los "buenos" hacen uso de malicias que la Convención de Ginebra no admitiría: Kammamuri mata al capitán de los bandidos cuando se acerca a parlamentar bajo la promesa de un saco de arroz.
Así que llevo unos días dibujando a los personajes según yo los "veo" en mi imaginación según leía el libro, y es curioso: no creo imágenes definidas de los personajes de los libros que leo. Son imágenes difusas, casi iconos, pero muy claros en mi mente. Así que trasladarlos al papel es casi imposible, por lo que acudo a una mezcla de la descripción de Salgari y mi propia mente.
Están hechos con lápiz, y algunos coloreados con ceras plásticas de las de los niños (Plastidecor o Jovi), que dan unos tonos muy chulos de vez en cuando... Siento la distorsión en perspectiva de las fotos, pero aún están clavados los dibujos al tablero. Según avance con la ilustración definitiva iré poniendo más imágenes.
Lápiz y crayons (ceras plásticas) sobre papel A3.
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Mis novelas infantiles (o juveniles, no sé) estaban ilustradas por Ballestar. Aún hoy les echo un vistazo de vez en cuando y me sigue pareciendo que ese tío hace magia con los trastos de dibujar.
ResponderEliminarA Sandokan y sus colegas los conocí algo más tarde, ya que aquella colección de Salgari sólo incluía al Corsario Negro.
Gracias Tayete, por avivar los recuerdos.
Compartimos el gusto por las novelas de Salgari. Y te dejo en mi blog una pequeña parodia que escribí hace tiempo que espero que te divierta.
ResponderEliminarQué coincidencia! : D Este verano he estado releyendo a Salgari, junto a Verne, los escritores de nuestra infancia.
ResponderEliminarTayete, genial descripción de aquello que a los jóvenes de entonces y aún jóvenes hoy, nos hicieron pasar horas inolvidables.
ResponderEliminarÉramos malos con tanta literatura belicista?, Con tanto muerto? Pues, creo que no!!!!
Ni mejores ni peores a los de hoy!
Un abrazo.